El peligro de ser ‘Lean’ en una empresa obesa

Lean en una empresa obesa

El mantra del «Lean» ha conquistado el mundo corporativo. Empresas de todos los tamaños y sectores se embarcan en cruzadas para reducir desperdicios, optimizar procesos y «ser más esbeltos». En teoría, es una filosofía admirable. Pero, ¿qué pasa cuando intentas aplicar Lean en una empresa que, en esencia, es obesa? El resultado suele ser desastroso: tensiones internas, frustraciones colectivas y una contradicción que nadie parece querer resolver.

Lean: la dieta milagro del mundo corporativo

La filosofía Lean nació con un propósito claro: eliminar desperdicios, mejorar la eficiencia y entregar valor continuo al cliente. En su contexto original, como el Sistema de Producción de Toyota, Lean funcionaba porque estaba diseñado para una organización ya ágil, con procesos claros y una estructura eficiente. Pero muchas empresas, especialmente las grandes y burocráticas, ven Lean como una dieta milagrosa para resolver décadas de ineficiencia y exceso.

En lugar de abordar los problemas de raíz –procesos lentos, jerarquías excesivas, y una cultura que premia la conformidad en lugar de la innovación–, estas organizaciones intentan imponer Lean como una solución mágica. ¿El resultado? Un caos de iniciativas inconexas, empleados sobrecargados y un sistema que simplemente no puede sostenerse.

La contradicción de la obesidad organizacional

El problema fundamental de implementar Lean en una empresa obesa es que las dos filosofías son completamente incompatibles. Una empresa obesa se caracteriza por:

  • Exceso de jerarquías: Toma cinco aprobaciones para que una decisión avance.
  • Procesos inflados: Cada tarea pasa por múltiples manos antes de completarse.
  • Mentalidad de riesgo cero: Todo se revisa, aprueba y reevalúa para evitar el más mínimo error.
  • Cultura de inercia: «Siempre lo hemos hecho así» es la regla no escrita.

Intentar implementar Lean en este contexto es como pedirle a alguien que corra una maratón mientras lleva un traje de sumo. La estructura misma de la organización bloquea cualquier intento de agilidad.

¿Qué sucede cuando Lean falla?

Cuando Lean se aplica sin resolver primero la obesidad organizacional, las consecuencias son inevitables:

  • Presión insostenible: Los empleados terminan haciendo el trabajo de dos personas porque «Lean significa optimizar recursos».
  • Desconfianza: Los equipos perciben Lean como una excusa para recortar costos y reducir personal, lo que genera resistencia al cambio.
  • Fracaso visible: Las iniciativas Lean pierden credibilidad rápidamente cuando no producen resultados, reforzando la idea de que «esto no funciona aquí».
  • Burocracia Lean: En un giro irónico, la empresa crea nuevos procesos y roles para implementar Lean, aumentando aún más la complejidad.

¿Cómo evitar el desastre?

Lean puede funcionar incluso en empresas obesas, pero requiere un enfoque estratégico y honesto. Aquí algunos pasos clave:

  1. Haz un diagnóstico realista: Antes de implementar Lean, identifica las áreas donde la obesidad organizacional está más presente. No puedes optimizar procesos que ya son intrínsecamente ineficientes.
  2. Empieza por la cultura: Lean no es solo una herramienta, es una mentalidad. Si la empresa no está dispuesta a cambiar su forma de pensar, cualquier intento será superficial.
  3. Simplifica primero: Antes de aplicar Lean, elimina las barreras burocráticas más evidentes. Esto no solo facilita el proceso, sino que también demuestra que el cambio es posible.
  4. Sé transparente: Comunica claramente los objetivos y beneficios de Lean, y asegúrate de que los equipos no lo perciban como una amenaza.
  5. Adapta Lean a tu realidad: No todas las prácticas Lean funcionan en todos los contextos. Ajusta la metodología a las necesidades y capacidades de tu organización.

Conclusión

El peligro de ser Lean en una empresa obesa no está en la filosofía Lean en sí, sino en la forma en que se aplica. Forzar la agilidad en una estructura rígida es una receta para el fracaso. Antes de correr hacia el Lean, las empresas deben detenerse, mirar en el espejo y enfrentar sus propios excesos. Porque, al final, no puedes ser esbelto si no estás dispuesto a cambiar desde adentro.